Los secundarios de la navidad
Esta semana no he actualizado el viernes debido a que aún no estaba ultimado el artículo que Holly Golightly había preparado como regalo de navidad para mi blog. El texto es extenso y, personalmente, pienso que la espera ha merecido la pena. Comenzamos.
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La Navidad es como la vida, unos se comportan como personajes principales y otros como secundarios. Y es que la imagen de la navidad es Papá Noel que, poco a poco, y gracias a EEUU ha conseguido desplazar a Melchor, Gaspar y Baltasar a un segundo plano ya sea porque están más lejanos a las fiestas navideñas o porque su llegada indica la vuelta al colegio y al trabajo. Si Papa Noel se ha quedado con el terreno de los regalos gracias a su hermoso vestido rojo, a sus botas de charol con hebilla dorada, a su simpática barba blanca, a sus gafitas y ojos bondadosos que siempre ríen no cabe duda de que al clásico los “secuaces” que alegran las fiestas a los niños son los bendegums o lo que es lo mismo, unos duendes que viven en Laponia y que fabrican con Santa alias Papá Noel los juguetes que dar a los niños buenos en la noche del 24 de Diciembre… No se sabe mucho de ellos sólo que visten de colores chillones: verde, rojo, dorado y que lucen trajes a juego con el de Papá Noel. Si nos ponemos a sacarles punta hay que preguntarse varias cosas: ¿quién, cuánto y cómo se les paga? ¿Se jubilan? ¿Hay familias o sagas? ¿Tasas de natalidad y mortandad? En fin, muchos interrogantes para los que son la mano derecha de Santa Claus…
El tren volador y mágico que pudimos ver en “Polar Express” fue sustituido rápidamente por la tradición más arraigada de un abrigo Santa forrado en armiño y visón que recorría lo cielos infinitos de la Tierra en busca de destino para sus paquetes llenos de regalos. El trineo está mejor y sus ocho renos capitaneados por Rudolph encierran una leyenda muy, muy curiosa: el carismático reno de nariz siempre roja era el marginado del grupo, no se relacionaba por ese defecto al nacer pero, unas Navidades, la niebla cubrió los puntos de referencia de Papá Noel y, desconcertado en su trineo no podía ver y, por tanto, las Navidades amenazaban con destrozarse. Rudolph, entonces, gracias a su coraje y valentía y a su útil “defecto” guió todos los renos en aquella noche de bruma y niebla espesa y, desde aquel momento, Rudolph es el reno favorito, el predilecto, el niño mimado de Santa… Los otros renos de Santa Claus se llamaban Dasher, Dancer, Francer, Vixen, Comet, Cupid, Doner y Blitzen y complementaban el grupo de los trabajadores renos de Santa Claus. Esta historia nace de las manos de Clement Clarke Moore quien en 1822 escribió para sus hijos un poema navideño donde hacía un preciso retrato del personaje que fue mencionado por primera vez por Washington Irving en su cuento Historias de Nueva York, allá por 1809 y que ha conseguido que la tradición arraigue en nuestros corazones en la noche de Santa Claus.
Si continuamos con los repartidores de regalos nos debemos fijar en, por excelencia, los Tres Reyes Magos que disponen de todo un séquito de ayudantes para realizar su función el 5 de enero: el Cartero Real que se dedica a recoger las cartas dirigidas a Sus Majestades Los Reyes y que, contienen los presentes y la ilusión de los más petites… Pero, ¿quién juzga si los niños se merecen regalos? Pues un hada que no es muy conocida ni aclamada por el gran público y, seguramente, se debe a que actúa como la “chivata” de Los Reyes que, necesitan comprobar sus datos y las referencias del hada Carbonilla que recibe su nombre porque ella es la que nos condena a recibir carbón…
La noche de los Reyes Magos en Italia aparece la señora Befana que reparte los presentes subida en su simpática escoba y, en el País vasco, el Olentzero reparte en un tronco enjuto de árbol el carbón o los presentes… Ninguno de los que leemos el artículo dudamos de la magia de los Reyes Magos y es que, aunque no podemos decir si Melchor, Gaspar y Baltasar existen y nos controlan desde el cielo, sí que podemos decir que Melchor, Gaspar y Baltasar nos traen cada año un poco de alegría envuelta en oro; unas barritas de felicidad que huelen a incienso o buenos propósitos como si fueran mirra… ¡Feliz Navidad!